El retorno del garrote que nunca se fue
- Jessica Garcia
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Updated: 9 hours ago
Jessica García
La última invasión de fuerzas militares estadounidenses sobre América Latina fue en 1989, cuando Bush invadió Panamá para derrocar a Noriega. Si bien nunca hemos tenido la certeza de que ello no volvería a ocurrir, entendíamos que se trataba de un hecho poco probable. Hoy el retorno a un pasado de sumisión a nuestro vecino del norte es evidente.

El avance de la militarización
Desde la llegada de Trump a la Casa Blanca el avance de la militarización en América Latina y el Caribe es evidente. La presencia de personal militar ha superado las cifras del personal presente de forma permanente en el Caribe (principalmente en el territorio ocupado de Guantánamo, Cuba y en Puerto Rico). De acuerdo al Center for Strategic & International Studies (CSIS), desde agosto, se han desplegado más de 2000 marines, diez F-35 en Puerto Rico y recientemente alrededor de 4500 marines de la Armada están desplegados en el USS Gerald R. Ford (CSIS, 2025). Asimismo, se ha incrementado la presencia de todo tipo de buques estadounidenses, desde portaaviones hasta buques de guerra de superficie.

Recientemente, la primera ministra de Trinidad y Tobago autorizó maniobras de la Marina estadounidense en zonas urbanas y rurales de la isla cercana a Venezuela. La primera ministra, Kamla Persad-Bissessar, sostuvo la presencia militar estadounidense tiene como objetivo la lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, el presidente venezolano los denunció como una “hipoteca” extranjera sobre su país y suspendió el acuerdo de cooperación energética que mantenía con ese país.
Asimismo, la República Dominicana autorizó a Estados Unidos a utilizar temporalmente una base aérea militar y un aeropuerto para operaciones antidrogas, tras la visita del secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, a ese país. De acuerdo al presidente Luis Abinader, Estados Unidos tendrá acceso a áreas restringidas en la Base Aérea de San Isidro y en el Aeropuerto Internacional Las Américas con fines logísticos, como el reabastecimiento de aeronaves y el transporte de equipos y personal. Según el presidente, el alcance de este acuerdo es “técnico, limitado y temporal” y tiene como objetivo fortalecer el anillo de protección aérea y marítima que mantienen las fuerzas armadas dominicanas a fin de "asestar un golpe más contundente contra el crimen organizado transnacional”.
En el mismo sentido, actuó Guyana, país que mantiene con Venezuela una disputa por el Esequibo. Guyana ha respaldado el despliegue de fuerzas militares del vecino del norte, aunque sin el permiso para ejercicios militares recientes en su territorio. El pasado 7 de noviembre recibió la visita del jefe del Comando Sur para abordar histórica alianza de cooperación militar.
En abril, Panamá firmó un memorando de entendimiento con Estados Unidos, a través del cual se permite qque fuerzas militares estadounidenses tengan presencia en territorio panameño con fines de entrenamiento y con permiso para usar instalaciones del gobierno panameño, entre ellas la Base Naval Rodman, la Base Aérea de Howard y el Fuerte Sherman, donde se ubica un sitio de entrenamiento y prácticas.
Lo que estos ejemplos ponen de manifiesto es que gran parte de las élites locales de la región están cómodas con la sumisión a nuestro vecino del norte, más allá de las declaraciones de una supuesta igualdad en la cooperación con el hegemón regional.
Sin embargo, la presencia militar estadounidense no es nueva. Recordemos que desde los 80 mantiene una base militar en Honduras, donde opera la Fuerza de Tarea Conjunta Bravo, una de las dos fuerzas de tarea bajo el Comando Sur. Perú, a su vez, aprobó el ingreso de 600 militares estadounidenses en octubre de 2024, mientras el actual gobierno ecuatoriano intentó aprobar nuevamente la instalación de una base militar en ese territorio, pero se encontró con la oposición de su pueblo. Asimismo, el actual presidente argentino autorizó, en octubre de este año, el ingreso de fuerzas estadounidenses para la realización de ejercicios militares en el extremo sur del país. Colombia, por su parte, ha sido el aliado histórico de Estados Unidos en la región y el principal receptor de ayuda militar del hemisferio occidental, hasta hace unos meses cuando la relación entre Trump y Petro comenzó a tensarse cada vez más. Sin embargo, ello no se traduce en una transformación de la relación de dependencia de Colombia a Estados Unidos.
Por otra parte, quienes han intentado oponer resistencia han sufrido las consecuencias. Tal es el caso del bloqueo estadounidense sobre Cuba, que ya lleva más de seis décadas y cuyas restricciones se incrementaron durante el primer gobierno de Trump y sus impactos son cada vez más nefastos sobre el pueblo cubano.
Lo que estos ejemplos ponen de manifiesto es que gran parte de las élites locales de la región están cómodas con la sumisión a nuestro vecino del norte, más allá de las declaraciones de una supuesta igualdad en la cooperación con el hegemón regional. Por otra parte, quienes han intentado oponer resistencia han sufrido las consecuencias. Tal es el caso del bloqueo estadounidense sobre Cuba, que ya lleva más de seis décadas y cuyas restricciones se incrementaron durante el primer gobierno de Trump y sus impactos son cada vez más nefastos sobre el pueblo cubano. Es decir, la zanahoria y el garrote están más presentes que nunca en nuestra región. Por una u otra vía, Trump quiere mantener a América Latina y el Caribe bajo la bota estadounidense.
El indulto otorgado por Trump a Orlando Hernández, el exdictador hondureño y condenado a 45 años de cárcel en Estados Unidos por tráfico de cocaína, solamente confirma que la supuesta guerra contra las drogas no es más que una gran excusa para avanzar con el garrote sobre América Latina y el Caribe y así intentar reafirmar su hegemonía en decadencia frente a China.
La eterna excusa del narcotráfico
Entre el 2 de septiembre y el 15 de octubre, 80 personas fueron asesinadas por fuerzas militares estadounidenses en aguas internacionales, en el Caribe y el Pacífico este, bajo la excusa de la guerra contra el narcotráfico y sin ningún tipo de pruebas al respecto. Volker Türk, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, afirmó que se trata de ejecuciones extrajudiciales, pues no ha habido ningún tipo de juicio previo. Asimismo, el presidente colombiano, Gustavo Petro, denunció que algunos de los asesinados eran pescadores colombianos. Sin embargo, los ataques continúan y la presencia militar estadounidense en el Caribe no cesa.
El indulto otorgado por Trump a Orlando Hernández, el exdictador hondureño y condenado a 45 años de cárcel en Estados Unidos por tráfico de cocaína, solamente confirma que la supuesta guerra contra las drogas no es más que una gran excusa para avanzar con el garrote sobre América Latina y el Caribe y así intentar reafirmar su hegemonía en decadencia frente a China. En este caso, el objetivo es Venezuela, pues tiene un recurso escaso y esencial para la industria militar estadounidense como el petróleo. Como no ha aceptado someterse a sus términos, entonces amenaza con la posible invasión bajo la excusa de la guerra contra el narcotráfico y la defensa de la democracia.

De acuerdo al último informe de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), Colombia, seguido por Perú y Bolivia son los principales países de los que salió la cocaína de la región entre 2020 y 2023. Asimismo, la mayor parte de la cocaína procedente de Colombia se trafica a lo largo del Pacífico hacia el norte, es decir, el Caribe no constituye la ruta principal ni Venezuela aparece entre los principales países de los que salió la cocaína en el dicho período.
De la mano del indulto a un narcotraficante condenado va la afirmación de la supuesta existencia de un cártel de narcotráfico llamado el Cartel de los soles y dirigido por Nicolás Maduro. Sin embargo, no se ha presentado ninguna prueba al respecto, en concordancia con el asesinato indiscriminado de personas en aguas internacionales y la expulsión de migrantes sin ningún tipo de argumentos más que la palabra de Trump, el nuevo “dios” de la región y a quienes algunos ya rinden pleitesía.

En noviembre de este año, Human Rights Watch y Cristosal publicaron un informe en el que denuncian que 252 venezolanos fueron sometidos a detenciones arbitrarias y desapariciones forzadas según el derecho internacional de los derechos humanos y que las autoridades estadounidenses negaron repetidamente a los familiares de las personas enviadas al Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT) información sobre su paradero, lo que convierte al gobierno de Estados Unidos en cómplice de sus desapariciones forzadas. En septiembre se pudo conocer que efectivamente el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, había acordado recibir hasta 300 migrantes expulsados de Estados Unidos a cambio del pago de 4,7 millones de dólares, en su mayoría venezolanos. Básicamente acordó transformarse en carcelero de Trump, convirtiéndose en cómplice de su accionar criminal.
La llegada de Trump a la Casa Blanca significó transformar ese estado de alerta en una avanzada de la maquinaria de guerra estadounidense para reafirmar su hegemonía y recordarle a quienes se la disputan que América Latina y el Caribe le pertenecen.
El intento de Estados Unidos de recuperar la hegemonía regional y controlar a quienes aún oponen resistencia es claro. Hasta hace no tantos años, nuestro vecino del norte concentraba sus esfuerzos imperiales en Asia Central y América Latina era el patio trasero al que no le daba mucha importancia. Sin embargo, la influencia china en la región, principalmente a través de los acuerdos comerciales e inversiones directas sin tantos condicionamientos, y su avance sistemático sobe el territorio de algunos de los países latinoamericanos más grandes, puso en estado de alerta a quien todavía ostenta la hegemonía militar en la región. La llegada de Trump a la Casa Blanca significó transformar ese estado de alerta en una avanzada de la maquinaria de guerra estadounidense para reafirmar su hegemonía y recordarle a quienes se la disputan que América Latina y el Caribe le pertenecen.
La resistencia de los pueblos
Frente a la intención siempre presente de los Estados Unidos de someter a América Latina y el Caribe a su yugo imperialista, se encuentra la resistencia de los pueblos. La historia nos indica que por ello han requerido de toda su maquinaria criminal para avanzar sobre nuestros territorios e instalar a sus títeres en el poder. Más allá de las complicidades de las élites locales y la falta de cobertura de los procesos de resistencia alrededor de la región, los pueblos de América Latina y el Caribe no aceptarán sin más el avance militarista estadounidense sobre sus territorios.
Las protestas alrededor de la región llamando a rechazar la invasión de Venezuela ya han comenzado, empezando por el propio pueblo venezolano y el pueblo de los Estados Unidos que no se alinea con las decisiones imperialistas del gobierno de Trump. En Ecuador, el pueblo se ha opuesto a la existencia de bases militares en su territorio en claro rechazo a la propuesta del nuevo gobierno nacional alineado con Estados Unidos. En Colombia, el movimiento social se viene oponiendo sistemáticamente a la militarización de su territorio. Basta recordar a Olga Castillo, quien murió luchando por justicia para su hija quien fue víctima de violencia sexual de militares estadounidenses en una base militar en Colombia. Hoy, después de más de 16 años su caso sigue en la impunidad. En Argentina, así como en otros países de la región, las protestas en contra del avance militar estadounidense también han estado presentes.
Lo que sí está claro es que Estados Unidos tiene el permiso de varios gobiernos para seguir avanzando en la militarización del territorio regional y que, si los pueblos no nos mantenemos firmes en la resistencia, ello solo nos traerá más dolor y violencia, como ha quedado demostrado en todos los lugares donde las fuerzas militares estadounidenses han puesto sus botas.
Al mismo tiempo, algunos organismos de cooperación regional como el CARICOM (con la excepción de Trinidad y Tobago), la CELAC y el Consejo Nacional de los BRICS se han opuesto a la invasión estadounidense de Venezuela y han llamado a mantener América Latina y el Caribe como una región de paz, aunque nadie ha dicho cual será su accionar si la invasión se hace efectiva.
No sabemos si estas movilizaciones y declaraciones serán suficientes para frenar una invasión. Lo que sí está claro es que Estados Unidos tiene el permiso de varios gobiernos para seguir avanzando en la militarización del territorio regional y que, si los pueblos no nos mantenemos firmes en la resistencia, ello solo nos traerá más dolor y violencia, como ha quedado demostrado en todos los lugares donde las fuerzas militares estadounidenses han puesto sus botas.




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